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—Sí, sería lo más natural. Estamos muy cansados, llevamos poco equipaje y el hecho de sentarme en un vehículo de esas características… —comentó, señalando a los autobuses que por allí estacionaban— preferiría evitarlo.

—¿David?

—Sí, papá. Una noche en la posada y mañana será otro día. A decir verdad, nadie nos persigue y nada nos obliga, ¿no os parece?

—Correctísimo. Busquemos un alojamiento, pero antes quisiera enterarme de cómo está el servicio ferroviario de mañana para el sur. Vamos.

En la búsqueda de información fue cuando sus turbaciones prioritarias resultaron destruidas. Aquella misma noche y con destino a la estación de Cerbère, próxima a la frontera española, salía uno de los trenes confirmados, que solo circulaba tres veces a la semana y siempre en horario nocturno. Permanecieron en una situación lo más próxima al shock después de haber decidido pernoctar y descansar aquella misma noche en Lyon.

—Ya lo tenemos claro. ¿Ahora qué hacemos? Tendríamos que quedarnos un par de días más o buscar cualquier otro convoy con el que deberíamos hacer transbordos y el tiempo, o los tiempos, de espera podría ser indeterminado. Querida familia, vosotros tenéis la palabra.

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