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—Nosotros nos quedamos aquí. Ya sabe que el próximo destino es Lyon y, una vez pasada la frontera, una compañía francesa procederá a sustituirnos. No obstante, nos quedamos aquí, aunque ellos, los demás pasajeros, no lo saben. —Sonrió de manera perversa aunque cordial.

—Bueno, pues nosotros también nos quedamos aquí —declaró Daniel, señalando a los sillones del compartimento.

—Nada, es un viaje corto. Ya que tenía que contabilizar a los viajeros, he solicitado el segundo vagón para poder despedirme de ustedes. Me han caído muy bien y el hecho de recordar una parte de mi idioma materno me ha hecho muy feliz.

—Pues ya sabe dónde puede encontrarnos —comentó Edit con un gesto de cortesía.

—España es muy grande, pero muy bonita.

—¡Búscanos! —descargó David—. Pero si nos buscas, no vayas más allá de Cataluña. Es donde vamos a instalarnos.

—¿Barcelona?

—Depende —clarificó Daniel—. Depende de muchas cosas.

El silbido de la locomotora les indicó que debían despedirse.

—¡Les deseo muchísima suerte! ¡Y no olviden que hoy es el día del shabat! —Se despidió haciendo un gesto de cortesía con el brazo y se bajó del vagón.

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