Читать книгу Sombras en la diplomacia онлайн

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—Creo que al menos ahora deberá tener muy claro lo incompatible que puede ser que un niño judío reciba una educación cristiana.

—Bueno, y lo de las clases de historia de España en la embajada es para tirar cohetes —añadió Edit con una amplia sonrisa, como hacía días que no realizaba.

Un silbido sonó cercano. Otro más. Parecía ser que la locomotora indicaba el reinicio del recorrido a efectuar. Se acercaron, con calma, a la ventanilla y comprendieron la realidad del aviso. Con lentitud, el convoy se movía hacia un remanso de mayor paz y de libertad para ellos. Dieron las gracias a Dios y se sentaron en sus respectivos asientos. La noche, lamentablemente, se dibujaba en la lejanía, lo que indicaba que su curiosidad y atención en los paisajes del recorrido a efectuar serían, como casi siempre, nulas.

Una vez más, en su departamento y con la luz atenuada, se perderían las maravillas naturales que desprende el territorio helvético: los vergeles, las vegas camufladas por los árboles que las circundan, la fauna y la flora que convergen en ellos y los paisajes alpinos dignos de ser milagros del universo, que lo son. Una ruta que diurna podría condensar de por sí una gran variedad de ríos, arroyos, castillos, lagos, glaciares sin desperdicio de nieve y el estado propio de varias poblaciones que se esconden de sí mismas entre las montañas.

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