Читать книгу Una casa es un cuerpo онлайн

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¿Me ves atractivo?

¿Y tú a mí?

Sí, dijo él, con su sonrisa amable, te veo muy atractiva.

Yo también a ti.

Vamos a tener que dejar de fumar estas cosas pronto. Nos van a matar.

¿En eso estás pensando?

No, dijo él. Estaba pensando en la vez en que trataste de enseñarme a nadar y casi me ahogo. ¿Te acuerdas?

Me acuerdo.

¿Qué edad tenías, nueve?

Ocho, tú tenías nueve.

¿Me veías atractivo en ese entonces?

No. No pensaba en esas cosas.

La música de la calle se desvaneció. Había cometas en el aire, pero ¿quién los remontaba? Era tarde y Sudha se sentía cansada, apoyada en la baranda de concreto, con los pulmones llenos del smog de la ciudad antigua. Daba la sensación de que se acercaba el amanecer, aunque no era tan tarde como para eso: el cielo era de un morado intenso. Una vez abajo se quitó la ropa y se acostó desnuda en la cama. Su cuerpo se acoplaba al agua, mientras que los brazos flacos de Vinod la rechazaban; él agitaba los brazos delgados como loco, su boca había tragado pulmonadas de río. Ella al principio se rio, pensó que era un chiste; luego, con esfuerzo, lo sacó del agua. En su mente mientras se dormía: un cigarrillo, un río, un bebé y los ojos del marido, los mismos ojos oscuros de aquel chico que se ahogaba.

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