Читать книгу Una casa es un cuerpo онлайн

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Encontró su andén y esperó. El tren debía llegar pronto. Un niño se acercó, descalzo y vestido con una camisa que en un tiempo había sido blanca pero ahora era marrón. Tenía los ojos brillantes y bordeados de una costra amarilla, los dientes amontonados en la boca. Tendía las manos. Señora, dijo, por favor, señora, tengo hambre. Mucho hambre. Hizo un gesto hacia la boca. Ella alcanzó a percibir la presencia de una chica, la hermana menor, detrás en algún lado, una chica con un vestido sucio y los mismos ojos relucientes, amarillentos. Por favor, señora, comida, señora, tengo mucho hambre. Sudha se había olvidado de sus ojos de ciudad. Se dirigió hasta el puesto donde vendían samosas y le compró cinco y fue a encajárselas en las manos. Y entonces él desapareció; la muchedumbre se lo había tragado. Se inclinó sobre las vías y vomitó un líquido claro y cuando se le pasó la náusea cerró los ojos.

¿Dónde estás?

En el tren.

¿Qué tren? ¿Estás loca? El señor Malhotra está preguntando por ti. En quince minutos llegan los clientes.

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