Читать книгу Una casa es un cuerpo онлайн

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Una tarde se miró la cara en el espejo que estaba limpiando. Las criaturas no estaban con ella. El baño estaba vacío. Era uno lujoso con inodoro occidental; lo limpió también. Luego se dio vuelta y allí estaba su cara. Se la miró un rato largo; sintió tanta sorpresa como si estuviera mirando la cara de una extraña. Parecía mayor de lo que era, con canas incipientes en las sienes y pliegues en la piel de las esquinas de los ojos. Ya no era una chiquilla, pero veía allí a la chica de su cara, en los labios llenos, en los iris oscuros, en los pliegues suaves de los párpados, y la cara de esa chica estaba impresa sobre la suya como un fantasma, la cara de su hija no crecida todavía o tal vez una hija todavía no nacida, o simplemente la cara de cualquier chica joven, una chica tranquila que absorbe todo lo que ve, todo le sienta bien, una chica repleta de un amor ansioso por el mundo que le desborda. Y entonces pasó otro instante y la cara era de nuevo la suya y se sintió aliviada.

La chiquilla estaba llorando cuando ella llegó a la casa, pero el chico no estaba por ninguna parte. ¿Dónde está tu hermano?, le preguntó a la chica. La chiquilla moqueó y se enjugó la cara. Señaló hacia el dormitorio, el que compartían el tío y la tía. Me dijo que yo no podía entrar, dijo la chica, pero me siento muy triste y sola sentada afuera esperándolo. Pero no me deja entrar, nunca me deja entrar.

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