Читать книгу La Santidad de Dios онлайн

23 страница из 60

La historia de los profetas se lee como un libro de mártires y suena como un reporte de las víctimas de la Tercera División en la Segunda Guerra Mundial. El promedio de su vida era como el de un teniente del ejército en combate.

Cuando se dice de Jesús que fue “despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebrantos” (Isaías 53.3), se le hace partícipe de una gran cantidad de hombres a quienes Dios destinó para tal sufrimiento. El azote al profeta era la soledad; a menudo su casa era una cueva y usualmente el desierto era su lugar de reunión con Dios. Algunas veces, su vestuario era la desnudez y su corbata un cayado. Sus canciones eran compuestas con lágrimas.

De esa clase de hombre era Isaías ben-Amoz.

En la lista de los héroes del Antiguo Testamento, Isaías sobresale en un destacamento estelar. El fue profeta de profetas, un líder de líderes, un “profeta mayor” por el gran tamaño del libro que lleva su nombre.

Como profeta, era inusual. La mayoría de los profetas eran de origen humilde: campesinos, pastores, labradores, mas Isaías era de la nobleza. El era un reconocido hombre de estado que tenía acceso a la corte real de sus días. Se relacionaba con príncipes y reyes. Dios lo usó a él para hablarle a varios monarcas de Judá, incluyendo a Uzías, Jotán, Acaz y Ezequías.

Правообладателям