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El rey había muerto. Pero cuando Isaías entró al templo vio a otro rey, el Rey Supremo, el que se sienta eternamente en el trono de Judá, él vio al Señor.

En el hebreo hay dos palabras distintas que se traducen Señor. Una es “Adonai”, que significa “el Soberano.” Este no es el nombre de Dios sino un título, el título supremo dado a Dios en el Antiguo Testamento. La otra palabra es “Jehová”, el nombre sagrado de Dios, con el cual El se reveló a Moisés en la salsa ardiendo. Este es su nombre inefable, el nombre santo que los israelitas se guardaban de profanar. Normalmente ocurre sólo en forma de sus cuatro consonantes – YHWH. Por lo tanto se le conoce como el sagrado tetragrama, las cuatro letras inefables.

Vemos este contraste en las palabras usadas en el Salmo 8:1, “¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!” Lo que el judío estaba diciendo era, “¡Oh Jehová, nuestro Adonai, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra.” O se podría decir así, “¡Oh Jehová nuestro Soberano, cuán glorioso…” En el Salmo 110 leemos, “Jehová dijo a mi Señor: siéntate a mi diestra” (Salmo 110:1). Aquí el salmista está diciendo, “Dios le dijo a mi Soberano: ‘Siéntate a mi mano derecha.’”

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