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Por encima de El había serafines; cada uno tenía seis alas, con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. (Isaías 6:2)

Los serafines no son seres humanos pecadores con corazones impuros. Pero siendo seres angélicos son criaturas, y a pesar de su elevada posición como participantes de los ejércitos celestiales, tienen que cubrir sus ojos para no ver directamente el rostro de Dios. Es terrible y maravilloso cómo fueron hechos, dotados por su Creador con un par de alas especiales para cubrir sus rostros en su majestuosa presencia. Estos serafines tienen además un segundo par de alas con el cual cubren sus pies. Esto no es una especie de zapatos angélicos para proteger la planta de sus pies o facilitarles su caminar en el templo celestial. La razón para esto es similar a la de la experiencia de Moisés con la zarza ardiente:

Y se le apareció el ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.

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