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Lo que destacaba al profeta de Israel de todos los otros hombres eran los sagrados auspicios de su llamado. Su llamado no fue de hombres. El no podía solicitar este trabajo, tuvo que ser seleccionado – escogido directa e inmediatamente por Dios. Y el llamado fue soberano; no se podía ser rechazar (Jeremías trató de rechazar este llamado, pero se le recordó inmediatamente que él había sido consagrado para esto desde el vientre de su madre. Luego, cuando buscó renunciar, Dios rehusó aceptar su renuncia). El trabajo de profeta era de por vida; no se podía renunciar o jubilar.

El registro del llamado de Isaías quizás sea el más dramático de todos los registrados en el Antiguo Testamento. Se nos dice que sucedió en el año en que el rey Uzías murió.

El rey Uzías murió en el siglo ocho AC. Su reinado fue muy importante en la historia judía y fue uno de los mejores reyes que gobernó Judá. No fue un David, pero tampoco fue señalado por la corrupción que caracterizó a los reyes del norte, tales como Acab. Uzías ascendió al trono cuando tenía dieciséis años y reinó en Jerusalén por cincuenta y dos años. ¡Fíjense, cincuenta y dos años! En los pasados cincuenta y dos años, Estados Unidos ha presenciado la administración de Truman, Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush padre, Clinton y Bush hijo. Pero mucha gente en Jerusalén vivió su vida entera bajo el reinado del rey Uzías.

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