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Pero Jesús también usaba la forma negativa del oráculo. Al pronunciar su airada denuncia contra los fariseos, les anunció el juicio de Dios diciendo, “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!” (Mateo 23:13-29). El repitió esto tantas veces que comenzó a sonar como una letanía. En los labios de un profeta la palabra ¡Ay! es un aviso de juicio. En la Biblia las naciones y los individuos son enjuiciadas pronunciando un oráculo de ¡ay!

La manera en que Isaías usó la palabra “Ay!” fue extraordinaria. Al ver al Señor, el pronunció el juicio de Dios sobre sí mismo. “¡Ay de mí!” exclamó, invocando el juicio de Dios, la severa maldición de juicio, sobre su propia cabeza. Era una cosa que un profeta maldijera a otra persona en el nombre de Dios, pero era otra cuando un profeta pronunciaba esa maldición sobre sí mismo.

Inmediatamente después de la maldición de juicio, Isaías gritó, “¡Soy muerto!” Lo que Isaías estaba expresando era lo que los psicólogos modernos describen como la experiencia de desintegración personal. Desintegrar se refiere a desintegrar. Integrar quiere decir unir las piezas. En las escuelas integradas, se coloca juntos a niños de diferentes razas para formar un cuerpo de estudiantes. La palabra integridad viene de esta raíz, sugiriendo a una persona cuya vida es íntegra, sana. En la terminología moderna decimos, “esa persona vive una vida íntegra.”

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