Читать книгу La Santidad de Dios онлайн

44 страница из 60

Fíjese en la respuesta de Isaías: “Heme aquí, envíame a mí.” Hay una diferencia crucial entre decir, “heme aquí” y decir, “aquí estoy.” Si hubiese dicho “aquí estoy,” simplemente hubiera indicado su localización. Pero él le estaba indicando a Dios algo más que su ubicación, y al decirle “heme aquí” estaba dando un paso al frente como voluntario. Su respuesta fue simplemente “Yo iré. No busques más, envíame a mí.”

Hay dos cosas importantes en la respuesta de Isaías. La primera es que a él no le sucedió como a Humpty-Dumpty en aquel canto infantil donde el señor Dumpty se cayó trágicamente porque nadie en el reino pudo reconstruirlo. Pero aunque Dumpty no era más frágil que Isaías quien se deshizo como huevo que cae al suelo, la diferencia está en que Dios tomó a este hombre destruido y después lo envió al ministerio. El tomó a un pecador y lo hizo un profeta; tomó a un hombre cuya boca era sucia y lo hizo su vocero.

La segunda cosa importante que aprendemos de este evento es que la obra de gracia de Dios sobre el alma de Isaías no aniquiló su identidad personal. Isaías dijo, “Heme aquí.” Isaías podía aun hablar en términos de su propio ser. El conservó su identidad y personalidad. Sin tratar de destruir el “yo,” como reclaman algunos que distorsionan el cristianismo, Dios redime la individualidad. El sana la individualidad para que pueda ser útil y realizarse en la misión para la cual la persona es llamada. La personalidad de Isaías fue completamente reconstruida, no aniquilada. Al salir del templo, él seguía siendo Isaías ben-Amoz. Seguía siendo la misma persona, pero con su boca limpia.

Правообладателям