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4. Lo imposible y las voces
Pero, al tiempo que han desaparecido los espíritus amigables o amenazantes de nuestro entorno, la realidad se ha ido descarnando, volviéndose tanto más cruda cuanto que la lingüisticidad del mundo ha entrado en crisis. Según la ciencia incrementaba su precisión y claridad en la superficie del mundo, el Romanticismo abría un abismo en el corazón del hombre y un territorio sin palabras en el interior de las cosas. En la realidad se ha ido entreabriendo un hueco que las palabras ya no aciertan a delimitar. La cosa en sí kantiana, la voluntad de Schopenhauer, la oscuridad de Schelling, la pulsión de Freud o lo real de Lacan, dan testimonio de esa experiencia radicalmente moderna que conduce al hombre hasta los límites del lenguaje, allí donde la representación no alcanza a revestir el territorio existente. Sin embargo, mientras que para el filósofo de Königsberg la cosa en sí —ese ámbito transfenoménico e inerte que no está sometido al tiempo ni al espacio ni a la causalidad— delineaba los límites entre lo cognoscible y lo incognoscible, para Freud y Lacan ese real, ya activo y amenazante, alcanza a constituir una de las dimensiones propias de la experiencia humana, sellando así el fracaso de lo simbólico y abriendo las puertas a un más allá del placer y del deseo.