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Comienza, pues, a conocerte y a ponerle nombre a lo que sientes. Cuando lo consigas estarás preparado para enseñarselo a los demás. Eres un espejo en el que se mira todo el alumnado, por lo que deberás mantener un equilibrio emocional durante el día a día, durante la resolución de un conflicto o mientras hablas con una alumna o un alumno. No puedes dejarte llevar por el enfado, la rabia, la impaciencia, la desesperación o la impotencia. Esos sentimientos existen y hay que ponerles nombre, pero, si no los sabes canalizar y gestionar, estarás enseñando que esas emociones, de algún modo, «justifican la violencia».



Ahora que has echado una mirada dentro de ti es cuando podrás pensar, planificar y trabajar estos conceptos dentro del aula y convertirte en un líder emocional para tu alumnado.

Utiliza tu Cuaderno de prácticas para recoger cómo se gestionan las emociones dentro del aula en que te encuentras. ¿Se atienden estas emociones o se ignoran?

Puedes llevar un registro emocional detallado de tu estancia en el centro y dentro de tu grupo-clase. Conocer cómo piensa y qué siente el alumnado te hará dar respuestas más adecuadas en cada momento e individualizarlas.


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