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Dos milésimas partes de los impuestos, es decir, no uno ni dos euros, sino una suma que depende de los impuestos pagados, o sea, del ingreso. Así, mientras más rico sea un ciudadano en Italia, más le ofrece el Estado la posibilidad de financiar —gratuitamente— al partido político de su elección. Además, no hay límite para el monto que un solo individuo puede donar con este mecanismo: el único límite es el “2 por mil”, o sea que un empresario próspero, que pague cada año un millón de euros de impuestos, puede, si lo desea, ver cómo el Estado paga por él 2 mil euros al partido político de su elección. A la inversa, un modesto asalariado que pague mil euros de impuestos no podrá aportar más que dos euros de dinero público a su partido preferido, y una persona no gravable no podrá aportar nada, pues cero, ciertamente, no es mucho. En otras palabras, si un ciudadano comprometido quiere echar mano al bolsillo para defender sus preferencias políticas, puede hacerlo, y con generosidad, pues el Estado paga por él. Sólo es necesario que sea lo bastante rico, y mientras más rico sea, más pagará por él el Estado, es decir, todos los demás ciudadanos.

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