Читать книгу El precio de la democracia онлайн

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Italia ha inventado también, junto con el sistema del “2 por mil”, un doble voto. Cada ciudadano vota dos veces: una en las urnas —una persona, un voto— y una en su declaración de impuestos —un euro, un voto—. Lástima que eso no se haya enunciado de manera más clara en los debates. Sobre todo, lástima que nadie, entre los felices instigadores de esta medida, haya pensado en señalar que eso, de hecho, privaba de su segundo “voto” a más de una cuarta parte de los contribuyentes italianos, cuyo monto de impuestos es nulo. El “2 por mil” por cero impuestos los deja sin voto… Claro que no es el caso de ningún legislador.

Algunos hablan de tax democracy: una especie de democracia mediante impuestos. Una libertad otorgada a los ciudadanos fuera del ciclo electoral, que les permite expresar sus preferencias anualmente, en vez de cada cuatro o cinco años. Yo llamaría a este sistema, más bien, tax plutocracy: una farsa electoral. A propósito de los censores de su época, Victor Hugo evocaba “la censura de hálito inmundo, de uñas negras, a esa perra que, humillada la frente, sigue a todos los poderes”. El contexto ha cambiado, pero ¿cómo no asombrarse ante tales desviaciones? Con el pretexto de la justicia y la tax democracy, se ha reintroducido el sistema censitario, acallando así las preferencias de los “sin”: sin dientes, sin ingresos, sin papeles, sin empleo y, ahora, sin voto. Es un crepúsculo democrático que abre el camino a todos los populismos.

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