Читать книгу El precio de la democracia онлайн

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No sé, por cierto, por qué los economistas se empecinan en enseñar a sus estudiantes de primer año el principio según el cual, en lenguaje económico there is no free lunch [no hay tal cosa como un almuerzo gratis]. Eso no sólo es, en primera instancia, falso: there is free lunch, sobre todo para los más privilegiados, y a veces con la bendición de una buena parte de los economistas; para convencerse de ello, sólo hay que leer a Tancrède Voituriez, quien, en L’Invention de la pauvreté [La invención de la pobreza], da una descripción hilarante de la profesión. Pero además se han instaurado, a menudo con el pretexto de promover la generosidad, sistemas innovadores de deducción, reducción o crédito fiscal, a fin de que los más ricos puedan financiar gratuitamente sus preferencias de todo tipo, a costa de los menos privilegiados. Como si la preferencia de un rico —cuyo éxito, supuestamente, demostraría sus múltiples y superiores capacidades— valiera, por definición, más que la de un pobre. Como si legítimamente estuviera a la cabeza para marcar el rumbo y los demás lo siguieran porque tira de ellos. ¿Para qué, entonces, reducir la pobreza?

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