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Milly frunció el ceño.

—¿Solo? ¿Y la madre de tu hija? Deduzco que a día de hoy no estáis juntos, de lo contrario, no hubieses venido a buscarme —se apresuró a aclarar—. Pero todo este tiempo… Creía que vivíais los tres juntos.

—Pauline se quedó en casa de sus padres hasta que nació la niña, después, por sugerencia de los míos, nos fuimos a vivir juntos —negó con la cabeza—. Fue lo peor que pudimos hacer. Esa relación llevaba impresa la palabra fracaso desde el principio. Ella siempre fue una mujer muy independiente, demasiado como para atarse a un chico al que no quería y a una niña pequeña, aunque fuera su propia hija. Convivimos durante unos meses, hasta que hizo las maletas y se fue de casa sin mirar atrás. Desapareció para siempre.

La sorpresa hizo que Milly se enderezara en la silla. No podía creerse todo lo que acababa de contarle.

—¡Kyle! ¿Pauline os dejó? ¿Abandonó a su hija?

—Así es. Bethany ni siquiera gateaba, así que ya puedes imaginarte lo pequeña que era —sonrió, perdido en el recuerdo. Después se encogió de hombros mientras suspiraba, intentando quitarle hierro al asunto, ya que había pasado mucho tiempo y no podían hacer nada al respecto. Levantó la cabeza para mirar a Emily a los ojos y le confesó—: Te juro que no me creía capaz de conseguirlo. ¿Criar solo a un bebé cuando ni siquiera tenía veinte años?

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