Читать книгу Transpersonalismo y decolonialidad. Espiritualidad, chamanismo y modernidad онлайн

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No es ninguna novedad la extraordinaria capacidad de observación de los cielos por parte de muchísimas culturas originarias y grandes civilizaciones de la antigüedad.6 La paciente práctica de una astronomía posicional a ojo desnudo, que se correlacionaba con estaciones, sitios importantes, agricultura y rituales religiosos, puede apreciarse en la Sala de los Toros de la cueva de Lascaux, tal vez la primera representación de la constelación de Tauro, con las Pléyades insinuadas con puntiformes por encima de la cabeza de la pintura del toro. De este modo, un momento especial del año –señalado por la aparición de este cúmulo estelar– habría sido plasmado en la pared rocosa. El paso de las estaciones que marcaban el ritmo de las migraciones animales y el crecimiento de las plantas era esencial para los cazadores-recolectores del Paleolítico superior europeo. No obstante, junto con este saber pragmático, parecen haber convivido los conocimientos obtenidos en EAC, cuyas “tres fases” de imaginería –entópticas, interpretaciones y combinaciones figurativas (Lewis Williams, 2005: 212)– aparecerían frecuentemente en Lascaux, Cosquer, Trois Fréres, Monte Castillo, Altamira y otras cuevas de Francia y España. La aparición de las Pléyades aún suele ser utilizada por muchas culturas para marcar el inicio o el final de un período del año (por ejemplo, el Año Nuevo/We Tripantv mapuche), así como también es de gran importancia para la sabiduría y religiosidad qom (para quienes las estrellas de la mencionada constelación son “las siete hijas del héroe mítico Dapichi”). Marcas sobre el arte mueble también han sido consideradas como “almanaques paleolíticos”, especialmente aquellas que parecen indicar ciclos lunares. En Newgrange (Irlanda) y Stonehenge (Inglaterra) las evidencias de alineamiento hacia la salida del Sol en los solsticios (de invierno en Newgrange y de verano en Stonehenge) es indudable. En las llamadas “ruedas medicinales” de América del Norte (alrededor del 2.500 a. C.) algunos mojones y rayos señalan la salida y la puesta del Sol en el solsticio de verano, y la salida helíaca de ciertas estrellas (Aldebarán, Rigel y Sirio) cerca de esa fecha. Los petroglifos de la cultura anasazi en Fajada Butte (Nueva México) en forma de espiral, de distinto tamaño, en una pared rocosa a 135 metros sobre el piso de un cañón marcan con una ingeniosa combinación de luz y sombras los solsticios y equinoccios. El centro ceremonial zapoteca de Monte Albán es, entre otras cosas, un observatorio celeste relacionado con el Sol, la Cruz del Sur, Alfa y Beta Centauri, las Pléyades y la estrella Capela. En Chichén Itzá, por supuesto, además del famoso y turístico “descenso de la serpiente” en la escalinata de la pirámide durante los equinoccios, se encuentra el observatorio conocido como El Caracol. En Sudamérica hay ejemplos de sobra. Numerosos sitios incas y preincaicos se construyeron de acuerdo con una arquitectura y geografía sagradas, que orientaban y alineaban montañas, lagunas y cuevas (huacas, ancestros locales) con la salida del Sol en el solsticio de junio, desde Tiahuanaco (Bolivia), Chankillo, Tambocancha, Pumpu (Perú), hasta el lejano Shinkal, en la actual provincia de Catamarca (Argentina), sitio de ceremonias calendáricas equinocciales, solsticiales y de siembra, relacionado íntimamente con la capital del Tawantinsuyu. Asimismo, frisos calendáricos como Huaycán de Cienaguilla representan cuentas del tiempo con base solar, lunar-solar y sideral. En algunos de esos sitios tan empiristas hay evidencias de ritos en EAC (los “danzantes” de Monte Albán labrados en piedra representan posturas de trances chamánicos, y en Tiahuanaco se destacan las tablillas de esnifar y vasos queros para libaciones ceremoniales, así como personajes alados genuflexos, con cetros decorados con tabletas y queros. Y así como mi amigo e informante Dekó (Héctor Sarmiento) –aiéwuj chorote del noroeste argentino– afirma que investiga en sus sueños lúcidos y meditaciones los secretos de la rotación solar y sus variaciones,7 también a partir de una obra de la antropóloga Germaine Dieterlen se creó una polémica con derivaciones sensacionalistas al colocar en boca de un chamán dogon de Malí (Ogotomeli) supuestos saberes sorprendentes acerca de la estrella Sirio. Más allá de esta última controversia puntual, nos interesa señalar que los pueblos originarios buscaron información a través de todos los medios a su alcance –técnicos, perceptuales, lógicos, instrumentales–, y también sumaron estados expandidos de conciencia, en ambos casos con todo tipo de consecuencias, éxitos y errores.

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