Читать книгу Transpersonalismo y decolonialidad. Espiritualidad, chamanismo y modernidad онлайн

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El parto problemático de una paciente kuna que se resuelve exitosamente a través de los cantos del nele, cuyo exhaustivo análisis Claude Lévi-Strauss (1968) hizo célebre para generaciones de estudiantes de antropología, no puede eclipsar, sin embargo, la vibrante narración de la inglesa Edith Turner (2016, 2019) y su observación directa de una curación espiritual mdembu, ya que ella misma es testigo de la “manifestación visible” del daño.

El notable mundo de los trances y los sueños en los modos tradicionales de conocer se develan en trabajos de campo y papers famosos –que estamos traduciendo por primera vez al castellano–, como el del etnógrafo canadiense Jean-Guy Goulet (2020) entre los guajiro de Colombia y los dene tha de Canadá. Aún más increíbles para nuestro modo racional de percibir son los trabajos de la propia Marianne George (2016) y de Anne-Gaël Bilhaut (2011), que exponen la existencia de “sueños compartidos” para transmitir mensajes concretos entre los chamanes barok de Papúa Nueva Guinea y los záparos de Ecuador, respectivamente. Sin embargo, el mundo onírico y la intuición son amonestados y perseguidos por la tradición moderna y las formas más extremas de cientificismo racionalista, cuando hoy en día no pocos epistemólogos reconocen la intuición, las inferencias no analíticas y el conocimiento tácito como sustanciales –junto con la razón lógica y el empirismo– en la mayoría de los grandes descubrimientos científicos, no solamente en la poesía y el arte. Friedrich von Kekulé tuvo una visión súbita de la fórmula del benceno mientras contemplaba los leños ardientes de su hogar; Dmitri Mendeléyev concibió la tabla periódica de los elementos mientras descansaba en su cama; Karl Friedrich Gauss describió sus intuiciones científicas y matemáticas diciendo que llegaban a él “con la velocidad del rayo por la gracia de Dios” y Albert Einstein contó de qué modo, luego de estar al borde del colapso mental y casi renunciar a seguir intentando cohesionar datos en su mente, durmió y a la mañana siguiente describió: “La solución se me presentó de repente, con la idea de que nuestros conceptos y leyes sobre el espacio y el tiempo solo pueden ser válidos en la medida en que permanezcan en clara relación con nuestra experiencia; y esa experiencia podría provocar perfectamente la alteración de esos conceptos y leyes. Al revisar el concepto de simultaneidad y hacerlo más maleable llegué hasta la teoría especial de la relatividad” (citado por Strathern, 1999: 28). Einstein, como decía Francis Crick, es el único filósofo de la historia que ha tenido éxito. Logró dotar a ideas –a veces provenientes de imaginarse montado en un rayo de luz o cayendo en caída sin sentir su propio peso– de un sólido fundamento matemático cuya exactitud se ha confirmado mil veces en los últimos cien años.

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