Читать книгу Transpersonalismo y decolonialidad. Espiritualidad, chamanismo y modernidad онлайн

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La estructura del cerebro en su conjunto es una macrodistorsión de la lattice y su increíblemente compleja actividad interna distorsiona a la misma lattice que le da origen. El campo neuronal resultante posee una naturaleza similar a la de la matriz de la realidad; por ello, mientras mayor sea la sintergia de un campo neuronal, más capaz será de interactuar en forma congruente con la lattice en su estado fundamental y puro. En cambio, un campo neuronal de baja sintergia (menos densidad informacional y coherencia) solo podrá interactuar en forma congruente con el correspondiente nivel estructural de la lattice.

Además del campo predicho, existen patrones de interferencias intercerebrales (comprobados en laboratorio) entre cerebros humanos, que generan en la lattice un “hipercampo” y entre cerebros humanos y no humanos que originan un “hipercampo expandido”. Este último punto quizá pueda vincularse a nuestro siguiente tema, y también al desarrollo del capítulo 6.

Por añadidura, se puede especular (tal vez de forma hiperbólica) que ciertos médicos tradicionales y místicos excepcionales fueran capaces de llevar sus EAC a niveles subcelulares y subatómicos, y de algún modo actuar sobre lo biológico, desde las profundidades de las ondas electromagnéticas y los campos más fundamentales de las partículas. En julio de 2020 se anunciaron los resultados de una investigación realizada en el observatorio de detección de ondas gravitatorias Laser Interferometer Gravitational-Wave Observatory (LIGO) que comprobó que las fluctuaciones cuánticas influyen directamente en objetos materiales pesados. Concretamente han movido un espejo de 40 kilos, que es mil millones de veces más pesado que los objetos nanométricos en los que se ha registrado también el impacto de las fluctuaciones cuánticas. Los físicos aislaron los espejos de cualquier otra perturbación, para que quedara a la vista la influencia de la dinámica del vacío cuántico. La medición obtenida se corresponde con lo que establece la mecánica cuántica. El espejo se movió diez zeptómetros (diez sexagésimas de metro). Eso significa que el desplazamiento de un objeto físico pesado por la influencia de las fluctuaciones cuánticas es equivalente a la influencia que puede ejercer sobre el cuerpo humano un único átomo de hidrógeno (el cuerpo humano tiene alrededor de 7.000 cuatrillones de átomos). Las fluctuaciones cuánticas surgen en el seno del así llamado vacío cuántico, un estado físico que contiene la menor energía posible. En el interior de este vacío fluctúan ondas electromagnéticas de las que surgen las partículas: a partir ellas se construye la realidad que percibimos. Ese frenesí, que oscila entre lo real y lo latente, genera un fondo de ruido cuántico cuyos efectos son demasiado sutiles para ser detectados en objetos cotidianos; no obstante, ahora sabemos que esas fluctuaciones cuánticas no son ajenas al mundo ordinario: pueden mover objetos pesados y por supuesto constantemente afectan nuestros cuerpos, aunque ello no pueda ser medido ni percibido (Yu y cols., 2020).

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