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La nutrición correcta determina la calidad de la sangre, factor primordial del estado general del organismo. La naturaleza viva ha construido el cuerpo humano de una manera muy razonable, dando a los miles de millones de células que lo constituyen, la posibilidad de ser todas alcanzadas por el prana, esta energía vital, para que el proceso de renovación, de curación, sea ininterrumpido.
La acumulación de impurezas no se hace solo superficialmente, sino también en el interior, en los órganos, en forma de ácidos, de elementos calcáreos, de residuos nocivos; por eso, cada uno debe practicar conscientemente un trabajo de limpieza y de regeneración. El agua es una buena conductora del magnetismo vivificante; al beberla, preferiblemente caliente, o al lavarse con frecuencia, aporta al cuerpo y a los órganos su influencia benéfica.
Es beneficioso beber una o dos tazas de agua hervida y bien caliente cada mañana, en ayunas y, durante el día, quince o veinte minutos antes de las comidas, o media hora después. El agua caliente, tomada en cantidad suficiente, ayuda poderosamente a expulsar de los órganos los residuos que le estorban; el agua fría, a este respecto, no es eficaz. Si esta limpieza interna no se realiza, las impurezas de un alimento mal digerido penetran en la sangre y en los tejidos y participan en la calcificación de los vasos. Pero para que este proceso de limpieza dé los mejores resultados, es necesario que se realice conscientemente, con amor y gratitud por las energías purificadoras y renovadoras que el agua nos aporta.