Читать книгу Manos frías онлайн
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–Vale… Creo que te lo has roto.
–¿Ahora eres médico?
–¿Tienes que ser un estúpido hasta cuando estás así? –me molesté–No, no soy médico. Por eso hay que ir.
–No voy a ir a ninguna parte.
–Sí, sí que vas. Es que también te has dado contra el borde de la bañera. Te podrías haber desnucado.
–No voy.
Le di un empujón de rabia. Me miró ojiplático.
–¡Deja de ser un crío! Vas a ir. Entiendo que no quieres ambulancia porque no te la puedes pagar, pero vas a ir.
–Vete.
–No.
–Vete–insistió, iracundo.
–Oblígame.
Me agarró del pelo y tiró de él hasta llevarme a la puerta. Qué rápido se había recuperado. Cerró en mis morros.
Pateé la puerta.
–¡Eres un gilipollas! –grité.
Esa escena empezaba a serme familiar.
“Queridísimo Gabriel:
Siempre me hace feliz recibir tus cartas. Yo estoy bien, aunque cada día odio más mi trabajo. En fin, ¡es el precio de la independencia! Pero tú no tengas prisa por irte de casa, que tienes la suerte de querer estudiar y puedes montarte un futuro de éxito. Hablando de eso, ¡ánimo con las mates! Es un rollo tener que tragártelas, pero tienes que ser constante, que cada vez estás más cerca de hacer lo que te gusta.