Читать книгу Manos frías онлайн
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Lavé la angustia con lejía haciendo la colada que me había dejado el último día, a mano, porque no tenía lavadora, y tendí. Otra vez, unos calcetines cayeron al patio de luces. Estaba hasta los cojones de esas pinzas de mierda. Antes de ir a recogerlos, sin embargo, cogí el libro de Saramago y lo dejé junto a la ventana del segundo piso. “Sigo sin querer tu caridad”, escribí en la misma nota que le había dejado la primera vez.
capítulo iv
Sonó el interfono. Era el cartero. Bajé personalmente a la portería para abrirle y esperé a que acabase de repartir sobres para recoger mi correo de mi buzón. Había una carta.
Subí a casa. Tenía calentando el agua del café y acabé de barrer antes de ponerme a leer. La carta era de Gabriel.
“Tata:
Todo bien por aquí. Pronto empezamos los exámenes y estoy teniendo algunos problemas con las mates, pero es lo que hay. Mamá ya está buscando profe particular para que me dé clases.
En casa están muy liados. Papá está preparando una conferencia que da en Madrid después de Navidad y mamá no para entre la oficina y la casa. El otro día lavó tus edredones y todavía siguen tendidos. Yo creo que le da apuro recogerlos porque ha de entrar otra vez en tu habitación para guardarlos y siempre lo hace rápido porque lo pasa mal. Tu foto sigue en su mesita de noche.