Читать книгу Manos frías онлайн

17 страница из 29

–¡Várgame! ¡Menúo ejcándalo has armao’ en un momento, shiquilla!

–Lo siento, señora Paquita. Iba a destender y ya sabe que la ropa casi siempre acaba en el patio de luces.

–Te vi a regalá unah pinsah que t’aguanten–bromeó–. Hasía musho que no te veía. ¿’tas bien, niña?

–Sí, sí. ¿Qué tal usted?

–¡Uy! Poh ya que me preguntah, te vi a desí que vi a volvé a sé agüela.

–¿De verdad? ¡Qué alegría!

–Sí, mi Antoñito… ¡Qué ilusión me hace! Pero güeno, no te quiero aburrí con cosah de vieja… ¿Hah vihto ar nuevo vesino?

–¿El de aquí arriba?

–¡Ese! Tiene una pinta un poco rara, pero, oye, el otro día me ayudó con lah borsah de la compra, ¡y eso que eran sinco y una garrafa!

–Pues sí que parece educado.

–Musho. Se ve que tuvo problemah con la gente de su pueblo, ¿sae? Asín que se vino p’acá pa’stá máh a su aire.

–No tenía ni idea. Yo sólo me lo he cruzado.

–Poh sí. ¿Y tú, qué? ¿Cómo te van loh novioh?

–Pues no van. Sola estoy más tranquila.

–Eso tá bien, que luego t’ajuntas con un dehgrasiao’ y ya tieneh jaleo. Pero te digo qu’el vesino… Yo creo que, aunque no lo parehca, eh buen partío, ¿m’entiendeh?


Правообладателям