Читать книгу Manos frías онлайн
19 страница из 29
–¿En serio vienes sin pintar? Parece que tengas quince años–se mofó.
Sacó su delineador de ojos del bolso y me lo tiró, pero no fui lo suficientemente rápida para cogerlo y cayó al suelo. Seguro que se había partido la mina. Sentí cómo Paulita ponía los ojos en blanco a mi espalda.
–Quédatelo. El pintalabios se lo pides a otra–espetó, y se fue.
Serían las tres de la mañana cuando aquel hombre vino a la barra.
–Un mojito, guapa–pidió mirándome el escote.
Le serví la bebida y, al primer trago, puso cara de asco.
–¡Qué mierda!
–¿Disculpe? –me tragué la incredulidad.
–Espero que haya cosas que hagas mejor–dijo con sorna.
–Usted no sabe lo que dice–intenté contestar con suavidad. “El cliente siempre tiene la razón”.
–Me llamo Gabriel Pérez–me extendió una tarjeta que rezaba “Venus’ Lapdance” –. Llámame cuando te echen.
–No sé bailar…–comencé a protestar.
–Ni hacer mojitos–se acercó a mí–. Pero a todo se aprende–puso una sonrisa repugnante y me agarró del pecho.
Le tiré la bebida a la cara, presa de la ira, y él me agarró del cuello de la camisa y yo chillé. El encargado me oyó y corrió hacia la barra. Nos separó de un tirón y, para mi estupor, me cogió de los hombros y me estampó contra la máquina de hacer café.