Читать книгу Manos frías онлайн
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–¿Sigues sin saber cerrar? –pregunté en voz alta.
No hubo respuesta. Tal vez estaba dormido. Me daba igual.
–¿Hola? Hoooo-laaaa–canturreé impertinentemente.
Nada.
Entré en el dormitorio. La cama estaba deshecha, pero todo parecía en orden.
–¿Hola? –volví a probar al asomarme a la cocina.
Nadie.
La puerta del baño estaba entornada. La golpeé ligeramente. No oí nada.
–Eh. Óscar.
Sin respuesta, pero la luz estaba encendida.
Me puse nerviosa al pensar en lo peor: mi vecino había fallecido mientras se aseaba y yo descubriría su cadáver y tendría que llamar a una ambulancia y ver cómo se llevaban el cuerpo en una camilla, tapado con una sábana…
Tenía que entrar. Era lo ético. Todo eran paranoias.
Abrí la puerta y tuve que llevarme las manos a la boca para detener un grito.
Óscar estaba en el suelo, inmóvil y desvestido, sobre un charco de agua. Corrí hacia él y puse la mano bajo su nariz. Respiraba. Gracias a Dios.
Había ropa doblada y limpia sobre la tapa del inodoro y el bote de gel estaba abierto. Resbaló cuando se estaba poniendo la ropa interior, porque tenía los calzoncillos a medio poner. Entonces fui consciente de que estaba desnudo y me sentí una invasora. Pero no me podía ir.