Читать книгу Manos frías онлайн

21 страница из 29

–Muy bien–se encogió de hombros–. Pero no te columpies mucho o…–hizo un gesto hacia la puerta–. Ya se lo he dicho, señor Pérez. Una perrita sin domesticar.

Seguí llorando cuando llegué a casa. Lloré porque me sentía basura, lloré porque me habían tratado como a la mierda, lloré porque aún sentía sus dedos tocándome el pecho y me daban arcadas, lloré porque ese capullo no merecía llamarse Gabriel y lloré porque había perdido el sueldo de una noche, y lloré porque recordé mi sueño y eché de menos una mamá y mi casa, y lloré porque tendría que estar al borde de la muerte para llamar a la mía otra vez, y lloré porque no podía perdonar.

Vi el amanecer. Me vino a la memoria mi primer proyecto con mi primera cámara: fotografiar las auroras de cada sábado del año para ver la paleta de colores entera. No alcancé mi objetivo porque me quedaba dormida muchas mañanas, pero guardaba con celo las fotos que tenía. A nadie le pareció mal ese álbum. Aquella vez, el cielo tiñó las nubes de un rosa como un abrazo y de un naranja como una caricia, y volví a llorar como una boba porque estaba tremendamente sensible.


Правообладателям