Читать книгу Manos frías онлайн

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–¡No me haga reír!

–Güeno, niña, yo sólo te lo digo. Anda, vete pa’ casa, que te vah a quedá tiesa con ehte frío. ¡Avísame si tieneh farta de argo!

–Sin duda. ¡Avíseme usted de las novedades del nieto! –me despedí y seguí subiendo.

Al llegar a mi ventana, me encontré la novela de Saramago apoyada en el alféizar. <>, pensé, pero estuve enfrascada en la lectura hasta la hora de ir a trabajar.

–Pero, ¿¡cómo coño vienes así?! –me espetó el encargado al verme–¿¡Qué cara es esa?!

–¿Qué?

–¿Estás tonta? ¡Cualquiera diría que empleo menores! –se indignó. Como si no fuera cierto–¡Píntate, coño!

–Lo siento. Estaba leyendo y ya se me echaba el tiempo encima y se me ha olvidado…

–¡A ver! ¿Estudias o trabajas, cariño? Los libros, para empollones. Tienes cinco minutos para pintarte y ponerte a fregar, ¿me oyes? –agradecí que el local no estuviera muy lleno por ahorrarme la humillación–¡Cinco minutos! No sé ni cómo cojones te contraté…–masculló– ¡Va!

Fui al baño, aguantándome las ganas de darle un bofetón. Paulita salió del cubículo y me miró.


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