Читать книгу Miradas cruzadas. Escritoras, artistas e imaginarios (España-EE.UU., 1830-1930) онлайн

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Es rarísimo encontrar un hombre ó una muger que no sepan leer, escribir y contar, escepto entre los estrangeros emigrados, y el gusto por la lectura se halla admirablemente generalizado. No citaré los cafés, los gabinetes, los hoteles donde continuamente se hallan centenares de hombres leyendo; no repetiré lo que he visto en los barcos de vapor y en las diligencias, donde hombres, mugeres y niños no cesan de leer. (La Sagra, 1836: 195)

Esa enseñanza primaria es “la base de la felicidad de un pueblo industrioso” como el norteamericano (La Sagra, 1836: 383), cuyas costumbres expresan un tipo de felicidad y de actividad que no se encuentra en España ni en Europa. Por esta razón el escritor español ofrece también en su libro de viajes una imagen del ciudadano norteamericano, basada aparentemente desde la observación de sus costumbres; una construcción del norteamericano como carácter nacional, que emana claramente de la influencia que ejerce la democracia7 en las costumbres de los americanos y que se presenta a los lectores como el modelo del ciudadano por su integridad moral. Dado que la tendencia de las reformas que presenta a su patria es más moral que política y tiene como pilar fundamental sobre el que se sustentan todos los demás principios la educación, “comprendiendo siempre bajo este nombre la moral y la religion, como fundamentos esenciales para la reforma social de la generacion futura” (La Sagra, 1836: XVII), en el programa de reforma moral propuesto en Cinco meses en los Estados-Unidos, el americano se convertirá en el otro al que hay que parecerse; su actividad y sus costumbres, las otras, por distintas a las europeas y españolas, que sería deseable imitar.

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