Читать книгу Miradas cruzadas. Escritoras, artistas e imaginarios (España-EE.UU., 1830-1930) онлайн

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De regreso, aunque la noche estaba oscura, encontramos mucha gente paseando por las cercanías del monumento [a Washington], y acompañando la música de la retreta que recorria el campamento. La luz de las casas algo distante y la de algunos faroles suministraban la suficiente claridad para ver los bultos. La temperatura era deliciosa, y el aire estaba embalsamado por el aroma sensual de las flores de los árboles. Aquella escena medio militar y medio civil, en aquella hora, en aquel parage, alrededor de un monumento glorioso, por un pueblo feliz digno por sus costumbres de la ventura que posee, hizo en mi alma una dulce impresion. Todo, escepto la música se pasaba en silencio como en caso todas las reuniones del pueblo americano. Voy creyendo que el ruido y la algazara no son los signos de la verdadera felicidad; mas bien los emplea el infeliz que se embriaga un momento para ahogar sus disgustos y hacer callar sus penas, que no el ciudadano venturoso y tranquilo con el goce de instituciones liberales y los placeres de la vida doméstica. Yo ví en Europa al desgraciado menestral aturdirse el domingo, en los suburbios de las grandes ciudades para olvidar que al dia siguiente no hallaria jornal con que alimentar su numerosa familia; yo he visto reir, cantar y bailar con estrépito los esclavos de las fincas de Cuba, esccitados por el aguardiente y el ardor de una constitucion lasciva que se irrita con el ejercicio; y veo tranquilos y silenciosos á los hombres libres de los Estados-Unidos. Cuanto mas observo esta sociedad, mas me admira y me sorprende. ¡Qué ideas tan diversas tenia yo de esta república, y cómo se engañan los que en Europa creen que la libertad está siempre asociada al desórden, la inmoralidad y la irreligion! Si las clases supersticiosas y fanáticas, y las que bajo el manto sagrado de la religión, la degradan y desacreditan, viniesen á los Estados-Unidos á observar las costumbres de un pueblo eminentemente liberal, gozando en calma de todas las ventajas de sus instituciones, no mostrarian las unas tanto horror por las innovaciones, ni perseguirian las otras con tanto encarnizamiento á los que predican la libertad del hombre. (La Sagra, 1836: 115-116)

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