Читать книгу El fascismo de los italianos. Una historia social онлайн
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Entre 1920 y 1922 las instituciones del Estado cedieron casi completamente el monopolio de la violencia. Oficiales del ejército y del gobierno civil fueron incapaces o muy a menudo permisivos y conniventes con respecto al uso de la fuerza por parte de los productores agrícolas y a la violencia fascista en general. Esta venía obstaculizada, cuando era posible, por una igualmente violenta autodefensa por parte de los militantes de izquierdas. Los socialistas se mostraron muy débiles y nada preparados; hubo alguna posibilidad más de controlar el territorio en algunas ciudades industriales obreras en las que la experiencia de la ocupación de los consejos de las fábricas (como en Turín en septiembre de 1920) había formado una clase joven y combativa que en parte confluiría en el Partido Comunista. En algunas ciudades, como Parma y Bari, la tradición sindical revolucionaria facilitó la formación de grupos armados, como los arditi del popolo, creados en el verano de 1921. La resistencia a la agresión escuadrista en Parma, organizada por los arditi guiados por Guido Picelli, tuvo éxito en agosto de 1922, cuando los barrios de Oltretorrente resistieron la acometida de escuadras provenientes de otras provincias, permaneciendo mitificada en la memoria popular antifascista durante todo el ventenio fascista, durante los años de la resistencia e incluso años después. Una situación análoga se produjo pocas semanas después en el barrio San Lorenzo de Roma. Los arditi de Parma eran principalmente jóvenes: al menos el 70% de ellos tenían entre 18 y 27 años; muchos de ellos, pues, no habían participado en la guerra y eran guiados por jóvenes veteranos no mucho mayores que ellos. Una composición por edad análoga a la de las escuadras fascistas: los arditi eran reclutados entre las clases populares y los jóvenes pertenecientes a las escuadras fascistas entre la clase media y medio-baja. Fue Lussu quien observó que