Читать книгу El fascismo de los italianos. Una historia social онлайн
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Un claro ejemplo es el rápido ascenso de Galeazzo Ciano, que nació en 1903 y entró en la carrera diplomática inmediatamente después de licenciarse en Derecho en 1925. La trayectoria de Ciano fue especialmente afortunada. Era hijo de un oficial de la Marina, Costanzo, que había destacado durante la Primera Guerra Mundial y en la empresa de Fiume tanto como para que le otorgasen el título de conde de Cortellazzo en 1928 y ocupase varios cargos importantes, desde el de subsecretario de la Marina hasta el de ministro de Correos y Comunicaciones. Galeazzo asistió a los colegios y a los círculos de la alta sociedad; se casó en 1930 con la hija mayor de Mussolini, Edda; asumió cargos diplomáticos en el extranjero entre 1930 y 1933; después de un breve paréntesis como jefe de la Oficina de Prensa, se convirtió en subsecretario y luego ministro de Prensa y Propaganda y finalmente, en junio de 1936, con solo treinta y tres años, fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores. Naturalmente, el ascenso fulminante de Ciano fue excepcional incluso para aquella época y demuestra muy claramente lo necesario que eran en aquel momento las relaciones personales, familiares y políticas para ascender. Galeazzo había sacado el máximo provecho de todas las etapas no por sus excelentes dotes profesionales, sino porque había aprovechado sus favorables condiciones familiares y las había consolidado a través del matrimonio con Edda y de su relación con los ambientes propicios para un tal ascenso. También tendrían la posibilidad de tomar decisiones similares otros vástagos de la burguesía. Giorgio Amendola, hijo de Giovanni, ya ministro y opositor de Mussolini, recordaba en sus memorias que había conocido y tratado durante las noches romanas de 1924 al coetáneo Ciano, que era un «joven abierto, inteligente, y tenía muchas ganas de gustar, de ser admirado. Conmigo acentuaba su distancia del fascismo, como si la suya fuese una posición obligada»; tanto que Amendola le preguntó por qué no se alejaba de él, a lo que el otro le respondió: «¡Ni que estuviese loco! Con mi padre ministro y miembro del Gran Consejo tengo la carrera asegurada» (Amendola: 98).