Читать книгу El fascismo de los italianos. Una historia social онлайн

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estaba ya tan desacreditada su persona, que hasta los jerarcas se dejaban recitar el mordaz epitafio que, contra la verdad, lo hacía incluso cobarde y ladrón: «Aquí yace Starace / vestido de estambre: / en paz rapaz, / en guerra fugaz, / en cama pugnaz, / con el pueblo mendaz, / de nada capaz. / Requiescat in pace» (Preti: 112).

Pero el legado de su Secretaría fue imponente: en octubre de 1939, de una población de 43.733.000 personas, 2.633.515 hombres y 774.181 mujeres se habían inscrito a los Fasci; 7.891.547 niños y jóvenes pertenecían a la Gioventù Italiana del Littorio y 105.883 eran estudiantes adheridos a los GUF, alcanzando un total de 11.405.125 personas. A estas hay que sumar los inscritos a organizaciones, entidades y asociaciones públicas pertenecientes al PNF, lo que elevaba la cifra total de los italianos que individualmente o mediante grupos asociativos estaban adheridos al Partido a 21.606.468, es decir, la mitad de los habitantes de la península.

Cuando dejó el cargo, Starace fue nombrado jefe del Estado Mayor de las milicias, pero poco después de un año salió de escena definitivamente, sin asumir ningún cargo en los meses de la República de Saló. Convencido de haber obtenido de esta manera una especie de inmunidad, el 28 de abril de 1945 se mezcló con la multitud milanesa que se dirigía a la plaza de Loreto, donde habían sido transportados los cuerpos de Mussolini, Claretta Petacci y otros jerarcas de la República Social. Fue reconocido y ejecutado inmediatamente por una unidad partisana, y él también fue expuesto en la plaza. En cuanto a Farinacci, durante la reunión del Gran Consejo del 24 de julio de 1943, que sancionó la destitución de Mussolini, defendió la continuación de la guerra junto a los nazis. Pocos días después, huido a Alemania, se ofreció a Hitler como sustituto de Mussolini; esta acción lo marginó de nuevo en Cremona durante la República Social Italiana (RSI) y, cuando esta cayó, intentó refugiarse en Suiza. Capturado y reconocido por los partisanos, fue fusilado el 28 de abril de 1945 en Vimercate. En cambio, corrió diversa suerte Turati, el cual, habiéndose quedado solo en el Partido, volvió al empleo de periodista en 1931 aceptando la oferta de Giovanni Agnelli como director de La Stampa, pero fue inhabilitado y enviado al confinamiento en la colonia de Rodi entre 1933 y 1937. Después volvió a Italia y fue readmitido en el PNF. No volvió a ocupar cargos importantes. Condenado en la posguerra por actividades fascistas, y luego amnistiado, murió de infarto en 1955. Giuriati, en cambio, se convirtió en senador en 1934, votó contra Mussolini el 25 de julio de 1943 y por ello fue condenado a muerte en contumacia por la RSI. En la posguerra fue absuelto de procesos judiciales y murió con más de noventa años. También Adelchi Serena, nacido en 1895, murió de vejez en 1970; así como también Vidussoni, que murió en 1982, después de haberse adherido con convicción a la RSI. Y en 1988 moría Carlo Scorza, con más de noventa años. Había votado contra Mussolini; procesado por la RSI, no cumplió la condena y cuando la guerra concluyó emigró a Argentina. Un destino diferente tuvo el ravenés Ettore Muti (1902), el escuadrista más combativo y aventurero de los secretarios junto a Farinacci. Voluntario jovencísimo en la Gran Guerra, legionario en Fiume, participante en la Marcha, cónsul de la Milizia y combatiente en Etiopía, España y la Segunda Guerra Mundial, Muti murió en un tiroteo con los carabinieri, que en agosto de 1943 habían ido a arrestarlo a su chalet de Fregene. Se convirtió en un mito para las milicias fascistas reconstituidas durante la RSI.

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