Читать книгу El fascismo de los italianos. Una historia social онлайн
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LA CLASE DIRIGENTE FASCISTA
La obra de restructuración llevada a cabo por Turati hizo que después de 1926 las expectativas y las ambiciones que muchos ponían en el Partido se dirigiesen a las carreras directivas de la administración central y periférica del Estado, que absorbió, pues, a un número conspicuo de fascistas de los primeros tiempos. Esta entrada fue especialmente facilitada durante 1928, tanto que los nuevos dirigentes, reclutados a través del PNF, fueron llamados ventottisti (literalmente veintiochistas), término que usaban a menudo de manera irónica los colegas que habían entrado de otra manera. Sin embargo, la mayoría de los pertenecientes al ventottismo estaban escasamente preparados desde el punto de vista cultural y profesional, tanto como para suscitar críticas internas e incluso la burla en ambientes diplomáticos extranjeros. Análisis llevados a cabo en la posguerra han redimensionado el alcance de este fenómeno, que en términos numéricos fue reabsorbido y al final circunscrito tanto a la carrera en el Ministerio de Interior y en el de Exteriores y también en los ministerios más marcadamente fascistas, como el de Corporaciones. Por ejemplo, de alrededor de setenta funcionarios ventottisti que entraron en la diplomacia, la cifra más alta desde la Unificación de Italia, pocos alcanzaron los cargos más altos de la carrera diplomática y asumieron direcciones de embajadas; la mayoría llevó a cabo funciones consulares y de representación política en el extranjero. La transformación de la administración central se volvió lenta cuando el fascismo sustituyó a parte de los dirigentes periféricos garantizándose, al mismo tiempo, la fidelidad de otros funcionarios. A principios de los años treinta, ya alrededor de la mitad de los prefectos de las provincias no procedían de una trayectoria específica, sino que eran elegidos a través de nombramiento político. De nuevo, en 1937 se estableció que al menos tres quintos de ellos debían ser elegidos entre el personal efectivo del Ministerio de Interior. En definitiva, el cambio existió, pero se produjo diluido en el tiempo, estuvo basado esencialmente en la fiabilidad política de los candidatos y además fue determinado por otras tendencias preexistentes aceleradas por el fascismo: el rejuvenecimiento de la administración en el primer periodo de la posguerra, el recambio social (que sí que fue evidente en la diplomacia, donde hasta los años veinte prevaleció la «nobleza de servicio», es decir, el reclutamiento de miembros de grupos aristocráticos leales a la Corona) y la creación de un nuevo grupo de procedencia centro-meridional. En aquel momento ya se había confirmado la obligación de inscribirse al PNF para obtener cargos más altos en el Ejecutivo y en la judicatura ordinaria (jueces de primera instancia, mediadores, etc.). A partir de 1932 se hizo necesario el carné del Partido para participar en oposiciones para plazas en la administración central, a partir de 1933 para las de los organismos locales y paraestatales y a partir de 1938 también fue solicitada la inscripción a los trabajadores remunerados por el Estado. No siempre era suficiente la inscripción en el PNF para puestos de responsabilidad; a ella debía sumarse el juicio favorable del secretario federal. Además, las oficinas centrales ya estaban repletas de jóvenes con estudios y con el carné en el bolsillo, dispuestos a poner sus ambiciones no ya directamente en el Partido, sino en el Estado fascista.