Читать книгу El fascismo de los italianos. Una historia social онлайн
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La palabra lo dice todo –escribía Mussolini en el Foglio d’Ordini emitido el 31 de julio de 1926–. No se trata de un periódico. Por lo tanto, no contendrá artículos [...] [E]s otra señal clara de cómo se consideran la organización y las actividades del Partido; nuestra organización es un verdadero ejército: sus actividades se caracterizan por el trabajo cotidiano y por las metas lejanas que alcanzaremos cueste lo que cueste. ¡Viva el fascismo!
Los tres secretarios que se sucedieron desde 1926 hasta 1939 contribuyeron, cada uno de ellos con su propia personalidad y convicción política, a definir las funciones y la presencia del Partido en la sociedad hasta convertirlo en un instrumento de una movilización permanente de masas. Augusto Turati amplió las competencias del Partido en muchos campos, trazó el culto de la jerarquía y del jefe, concibió el Partido como escuela de vida capaz de forjar las cualidades y la fuerza moral del «nuevo italiano» y la disciplina de la colectividad nacional. Giovanni Giuriati era de formación y de generación diferente a la de su predecesor: doce años mayor que Turati, procedía de una familia de juristas vénetos y él mismo era abogado; nacionalista de formación, había sido un estrecho colaborador de D’Annunzio en la batalla de Fiume. Giuriati, sobre la base de la experiencia y de su credo político, identificó entre las principales tareas del Partido la de educador patriótico: tenía el deber de acoger y orientar a los nuevos creyentes en la nación surgida de la Gran Guerra. En su breve año de secretaría, Giuriati esencialmente actuó como «transbordador» del intento de valorizar el Partido como alma política del Estado fascista, en el cual creía Turati, al vaciamiento del Partido y a su dilatación y penetración en la sociedad, que llevó a cabo Starace.