Читать книгу El fascismo de los italianos. Una historia social онлайн
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Esta forma de esquizofrenia reflejaba la actitud del fundador del movimiento fascista, Benito Mussolini, que manifestaba que no creía en el instrumento partido, a pesar de que había tenido que volver a examinar su posición antipartidista de 1919 por exigencias concretas de oportunidad política. Una de las muchas contradicciones de la labor de Turati como secretario fue la de no haber sabido, y posiblemente no haber podido, construir una relación orgánica y clara entre el Partido y su máximo dirigente, e incluso de haber contribuido a crear el ducismo, la figura de un jefe provisto de poder absoluto, más allá de esquemas, jerarquías y alternancias. Se ha recordado que, después de los repetidos atentados de los que fue objetivo Mussolini a lo largo de 1926, Turati percibió la vulnerabilidad del fascismo representado por la persona física del propio jefe y se comprometió mucho más en estructurar un Partido que pudiera sobrevivirle. Pero Mussolini, y los mismos secretarios, no se activaron para identificar instrumentos adecuados para formar nuevas figuras que pudieran preparar un recambio en la cúpula del PNF. El Duce prefería pensar que el fascismo se perpetuaría a través de la nueva leva juvenil, sin plantearse el problema de una sucesión para la que era necesaria la identificación de herederos. El mismo Turati, para contrarrestar el poder local de los ras, había reforzado el poder del jefe en el centro, empezando el proceso de mitificación y exaltación de Mussolini como el «hombre del destino», como el líder italiano por encima de las partes.