Читать книгу El fascismo de los italianos. Una historia social онлайн

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De este modo, Mussolini se fue construyendo progresivamente un poder personal, paternalista y despótico: si en los Estatutos de 1926 y 1929 aún era el primer dirigente del Partido, a partir de 1932 se posicionó fuera de la jerarquía, hasta convertirse en el «jefe del Partido» en el Estatuto de 1939. Además, en cuanto jefe del Estado fascista, concentraba en sí un doble control: el del Gobierno y el del Partido. Esta ambigüedad también se reflejaba en los intercambios entre las dos jerarquías, estatal y del partido, sobre todo en las relaciones entre el ministro del Interior y el secretario general del Partido en Roma, y entre los secretarios de las federaciones provinciales y los prefectos en la periferia. A pesar de que ningún Estatuto del PNF preveía la dependencia del secretario federal respecto al prefecto, de hecho desde principios de 1927 una serie de disposiciones y circulares hacían de este último «el más alto cargo del Estado en la provincia», al cual los secretarios provinciales del Partido (los federales) debían obediencia. Una parte de los jefes federales se atuvieron a las disposiciones, demostrando conformidad cuando no verdadera debilidad y falta de autonomía en la gestión del Partido; otros siguieron rebelándose a las excesivas interferencias. Esta situación se prolongó durante los secretariados de Turati y Giuriati, desde 1927 hasta 1931, y no se resolvió ni siquiera con el largo secretariado de Starace, aunque los primeros afrontaron directamente la situación con informes y declaraciones dirigidas al jefe de Gobierno y al Gran Consejo, mientras que Starace eludió la cuestión, haciendo frente a los problemas conforme se iban presentando en las provincias. Por otra parte, después de la eficaz conducción por parte de Federzoni del ministerio del Interior, desde noviembre de 1926 Mussolini ocupó provisionalmente dicho ministerio y a partir de ese momento fue nombrando como subsecretarios a hombres con un pasado fascista y escuadrista: hasta 1933 se sucedieron a su lado Giacomo Suardo, Michele Bianchi y Leandro Arpinati; y a partir de 1933, y durante diez años, el fiel Guido Buffarini Guidi. Fue fundamentalmente una elefantiásica burocracia estatal, paraestatal y de partido lo que siguió administrando el país mientras el Consejo de Ministros había sido despojado progresivamente de poder consultivo y directivo con el alejamiento de las personalidades más prestigiosas, y lo que en realidad hacía el Gran Consejo, promovido por la ley del 9 de diciembre de 1928 a órgano constitucional del Estado con poder decisional sobre el Partido, era funcionar de caja de resonancia y de cámara de aprobación para las decisiones tomadas a menudo en otra parte.

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