Читать книгу El fascismo de los italianos. Una historia social онлайн
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El papel de secretario de Augusto Turati fue esencial. Oriundo de Parma, se trasladó cuando era joven a Brescia, donde empezó a trabajar como periodista apoyando posiciones liberal-democráticas. En 1914 también fue intervencionista y después voluntario en la guerra, logrando el rango de capitán de infantería. No se había distinguido como fascista de la primera hora, pero se había convertido en dirigente de relieve del movimiento sindical fascista de la provincia de Brescia. Superada la sorpresa general que suscitó el hecho de que Mussolini lo quisiese en Roma, se reveló como el hombre adecuado en el momento adecuado. Se había mantenido fuera de las disputas políticas de 1924-1925; decidido y moderado, mostró inmediatamente, por carácter y por aptitud política, fuertes diferencias con Farinacci. Turati consideraba que el escuadrismo había tenido su momento y que ya era necesario que el Partido se configurase como una fuerza política capaz de formar y seleccionar a una nueva clase dirigente. Así pues, había que terminar con las formas de veleidad y de sectarismo, reeducando, en caso de que fuese necesario, a los antiguos fascistas y cooptando fuerzas nuevas tanto entre la juventud como entre los adultos que daban prueba de fidelidad al nuevo Estado sobre la base de una convencida fe patriótica. Siguiendo esta línea, Turati privó a las sedes periféricas del PNF de poder real, dictó procedimientos homogéneos en la gestión de las federaciones provinciales, examinó las relaciones entre el Partido y los sindicatos fascistas e incluso eliminó la prensa fascista excesivamente autónoma, forzando el cierre de al menos unos treinta periódicos fascistas y facilitando el encuentro entre la prensa conservadora y la fascista. Pocos periódicos fascistas resistieron semejante ímpetu censorio; se salvaron los que estaban fuertemente ligados al territorio y protegidos por fascistas de peso, como el Corriere padano de Balbo en Ferrara, el Regime fascista de Farinacci en Cremona y el Resto del Carlino controlado en Bolonia por Arpinati. Turati intentó definir la relación entre Estado fascista y Partido, afirmando la supremacía del Estado sobre el Partido, pero al mismo tiempo valorizando el papel determinante del Partido único como esqueleto del sistema estatal. De esta manera obtuvo una simbiosis entre Estado y PNF: aparentemente independientes, se controlaban mutuamente. El Partido era el garante de la fascistización del Estado, y el Estado del orden en el Partido.