Читать книгу El fascismo de los italianos. Una historia social онлайн

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También fue instrumental la referencia al concepto de Revolución fascista, distorsionado y objeto de continuos malentendidos por parte de Mussolini en sus discursos, ya que creaba fuertes expectativas y amargas decepciones sobre todo entre los más jóvenes, a quienes se les hacía creer que por «Revolución» se entendía una transformación permanente de la sociedad, en la cual ellos estaban llamados a participar como protagonistas. Por el contrario, ya en 1927 la antigua guardia del PNF había tratado la Revolución como un hecho: se había sustituido a la antigua clase dirigente liberal y estaba actuando profundamente en la psicología de las masas. Para los nacionalistas, las principales transformaciones ahora estaban destinadas al Estado y no a la sociedad. El Partido se convertía por lo tanto en el garante de dichas transformaciones y el Estado en el más alto destinatario de estas.

Con la llegada de Starace a la Secretaría en 1931, el PNF se burocratizó todavía más, convirtiéndose en una máquina de órdenes y en un instrumento dócil de pedagogía de las masas. El llamado «estilo fascista» (que él mismo resumiría al final de su secretariado en un vademécum) no era otra cosa que una imposición de comportamiento a los afiliados y, más en general, un adoctrinamiento político de vastos sectores de la población italiana que estaban en contacto con el Partido y el Estado fascista a través de la escuela, el trabajo, la asistencia y las formas de socialización que tenían lugar en el tiempo libre. Hubo una rápida multiplicación de las asambleas, los grados y los uniformes. Starace fue un histrión, la personificación, a través de sus actos y su omnipresencia, de los aspectos fideístas y militantes del fascismo originario. Sin embargo, no hay que olvidar que, a diferencia de lo que ha quedado en la memoria colectiva, no fue Starace quien impuso la liturgia fascista; él, gracias a un complaciente y acrítico servicio colectivo prestado a la voluntad del jefe y a las necesidades del Partido, supo perfeccionar ritos y costumbres ya ideados y adoptados en los años veinte. Su Secretaría completó la fascistización de las masas italianas, gracias a una creciente permeabilidad y maleabilidad de la sociedad civil para adaptarse al culto del jefe y a los principios de jerarquía y movilización constante, basándose en una educación y en una imposición difusas que tenían como objetivo la participación de los italianos en la vida del Partido y del Estado. Ninguna otra forma de vida civil era oficialmente posible, al tiempo que una propaganda incesante se dirigía con especial fuerza y éxito a las nuevas generaciones. Starace, nacido en Gallipoli en 1889, había participado en la guerra como oficial de complemento. En la posguerra su militancia escuadrista se había dividido entre las tierras de proveniencia y los territorios irredentos. Fue subsecretario del Partido en 1921 y de nuevo, al lado de Farinacci, en 1926; en 1924 fue elegido diputado. Fue empleado repetidamente como inspector para efectuar expulsiones y cambios en la cúpula de muchas secretarías federales, función que también llevó a cabo durante el primer año de Secretaría nacional, cuando expulsó a varios miles de inscritos, mientras al mismo tiempo el Partido se abría a nuevos miembros. Mussolini se deshizo de Starace en octubre de 1939 sin demasiadas contemplaciones. Un testigo de la época, el entonces joven miembro de los Gruppi Universitari Fascisti (GUF) Luigi Preti, ha dado una de las tantas versiones corrosivas que circulaban en aquel momento sobre el secretario del Partido:

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