Читать книгу El fascismo de los italianos. Una historia social онлайн
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El ascenso de Ciano indicaba, además, que había una burguesía que aspiraba junto con sus hijos a abrirse camino, a infringir las barreras establecidas por la alta burguesía del capital y la aristocracia de sangre ligada a la Corona y a la nobleza y a enriquecerse y a adquirir poder a través del Estado. Mussolini sabía dirigir y utilizar sabiamente estas carreras rápidas, capaces de ofender y herir privilegios consolidados que el fascismo no atacaba directamente. Algunos dirigentes del fascismo fueron ennoblecidos: Acerbo se convirtió en barón en 1924; Dino Grandi obtuvo el título de conde en 1937; el mariscal Rodolfo Graziani fue nombrado marqués en 1938 y al banquero y subsecretario del Ministerio de Finanzas Giuseppe Bianchini lo nombraron conde en 1941. Igualmente ocurría con los rangos militares; un ejemplo fue el nombramiento de Italo Balbo como mariscal de Italia, nombramiento que confirió el máximo grado del Ejército a un hombre que había sido un desconocido oficial de complemento durante la guerra y que no provenía de la Academia ni de una familia de consolidada carrera militar. De este modo, se vinieron a formar pequeñas «cortes particulares», como la de los Ciano en Roma, o la de los Balbo en Tripoli, que aglutinaban a los nuevos llegados al poder, a los arribistas que se introducían como un cuño entre la pequeña y la alta burguesía, mientras que algunos representantes de la aristocracia venían asociados al régimen, sobre todo gracias al cargo de potestad. Dicho cargo suponía en el centro-norte la constitución de una nueva clase de notables, además de la neutralización de los bandos más extremistas del escuadrismo y del rassismo, mientras que en el sur representaba un instrumento para cooptar a grupos de propietarios que de otra manera hubiesen estado destinados a desaparecer.