Читать книгу El fascismo de los italianos. Una historia social онлайн

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Un balance de los resultados obtenidos por las varias secretarías políticas muestra que la actividad de Turati resultó ser la que menor éxito obtuvo de las tres, al menos respecto a las intenciones iniciales. Su esfuerzo por reprimir la disidencia también comportó la eliminación de fuerzas aún frescas en el Partido. El PNF, después de 1926, carecía de cuadros dirigentes y de una clara reorganización interna y era inadecuado para las nuevas tareas a las cuales debía hacer frente. Y, sobre todo, a los pocos años de la conquista del poder, se manifestaba la dificultad para crear a través del Partido una nueva clase política dirigente, adiestrada culturalmente, y moralmente superior a la anterior clase liberal: la «aristocracia educativa y formativa del pueblo italiano» que Mussolini todavía estaba esperando en enero de 1928. El mismo Turati fue víctima de esa depuración de la que él había sido artífice y precursor. En Italia, la normalización del fascismo para poder llevar a cabo una alianza con fuerzas moderadas y conservadoras no fue confirmada por un acontecimiento sangriento y radical, como en el caso de la noche de los «cuchillos largos» en Alemania, que en junio de 1934 eliminó a los seguidores del ala revolucionaria del frente nazi liderada por Röhm y Strasser; dicha normalización coincidió, por el contrario, con el ascenso de Mussolini como único dominador de la escena política, y como tirano que sospechaba de cualquiera del Partido que pudiese hacerle sombra o postularse como rival. Entre 1926 y 1932, después de los intransigentes, los autónomos y los carismáticos, también cayeron las cabezas de los dirigentes fascistas de las provincias y las de quienes habían apoyado a Mussolini en la represión del ala escuadrista del fascismo. La eliminación tuvo lugar sin derramamiento de sangre; con campañas difamatorias, como en el caso de las dirigidas a Turati y Arpinati; o con ascensos que, en realidad, eran alejamientos: Dino Grandi dejó el ministerio de Exteriores para convertirse en embajador en Londres; Balbo de ministro de Aviación y de potencial delfín de Mussolini acabó en el exilio «dorado» de la gobernación de Libia y a Bottai le quitaron el Ministerio de Corporaciones que concebía como laboratorio político.

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