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ssss1 Huesos, cuerpos y enfermedad.


CAPÍTULO 1

El MOVIMIENTO NUTRITIVO y

las enfermedades asociadas al cautiverio

Vemos para movernos y nos movemos para ver.

WILLIAM GIBSON

En cierta ocasión, en mi época universitaria, me pasé un día entero sin comer. No es que hubiese planeado ayunar ni nada por el estilo; simplemente tenía que entregar un trabajo de cien páginas el lunes siguiente y empecé a mecanografiarlo el viernes anterior. Estuve trabajando sin interrupción durante veinte horas, y no fue hasta que caí exhausta en la cama al día siguiente cuando me di cuenta de que no había comido ni bebido absolutamente nada en todo ese tiempo. Ese día, apenas noté la falta de alimento, pero a la mañana siguiente mi organismo ya me estaba enviando señales urgentes que decían a gritos: «NECESITAS COMER».

Estoy segura de que la mayoría de vosotros habréis tenido también alguna experiencia parecida en la que os habéis saltado las comidas programadas habituales debido a que teníais que hacer algún viaje, por los niños, por la escuela o por cualquier otra cosa de la que, simplemente, teníais que ocuparos. Puede que en tu caso incluso hayas ayunado voluntariamente durante un cierto tiempo. Con independencia de cuál sea la causa, la respuesta física que normalmente se produce tras un periodo de abstinencia en el que no se ingiere ningún alimento es el hambre. Lo cual tiene todo el sentido del mundo, ¿verdad? Comer es una exigencia fisiológica. Los alimentos –y más específicamente los nutrientes que en ellos se encuentran– no son opcionales.


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