Читать книгу Mueve tu ADN. Recuperar la salud con el movimiento natural онлайн

69 страница из 94

Cuando tenías unos cinco o seis años comenzaste el colegio, y a partir de ese momento estuviste cada día retorciéndote sentado en una silla durante horas y horas. Estar sentado en una silla no es algo que estuviese en tu naturaleza, pero pasados un par de años la habilidad que más habías practicado fue precisamente esa, permanecer sentado y quieto en una silla, superando con creces el tiempo que pasaste leyendo, escribiendo, jugando o practicando educación física en el colegio. Como si fueses un ninja del sentarse, practicaste la capacidad de estar sentado y quieto en una silla mucho más que cualquier otra actividad, con horas y horas y horas de entrenamiento y sin que ninguna otra de las cosas que aprendiste se acercase siquiera al tiempo que pasaste practicando esta.

No sé tú, pero yo jugaba mucho después del colegio; montaba en bici, trepaba a viejos tractores y estaba fuera de casa hasta que se ponía el sol. No tenía deberes que hacer de forma regular –ciertamente no el estricto régimen diario que se les impone a los niños hoy en día–. A medida que fui creciendo, mi tiempo de juego se fue desvaneciendo poco a poco y fue sustituido por salir con los amigos. Me lo pasaba terriblemente bien, pero nunca fue una actividad que implicase demasiado movimiento.


Правообладателям