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ERES COMO TE MUEVES

No te conozco personalmente, pero lo más probable es que nuestro desarrollo haya sido muy similar, lo que significa que nuestras células han estado en un entorno mecánico muy parecido. Seguramente naciste en un hospital y después te llevaron a casa en una cuna en el asiento trasero del coche. Durante tus primeros seis meses estuviste principalmente acostado, y cuando te sacaban fuera también solías estar tumbado de espaldas en algún tipo de cochecito o de silla de paseo.

Lo que más cultivaste fueron las habilidades motoras de tus manos, pues te daban sonajeros y otros objetos para que los agarrases y los manipulases. Para desarrollar la fuerza de tus miembros inferiores lo más seguro es que necesitases que alguien te sostuviese de pie regularmente, de forma que tus piernas pudiesen ir soportando gradualmente una parte del peso de tu cuerpo –aunque posteriormente esta práctica fue considerada peligrosa debido a la creencia común, aunque carente de base científica, de que hacía que a los niños se les quedasen las piernas arqueadas–. Y aunque a tus padres les dijeron que no debían ayudarte a ponerte de pie, nadie les dijo nada respecto a envolverte en pañales y en mantillas, ponerte a saltar en castillos inflables o meterte en tacatacas o en otros aparatos similares que, según se ha demostrado científicamente, tienen efectos perjudiciales –como un pobre desarrollo de las capacidades motoras o la aparición de displasia de cadera–. Tus reflejos naturales para rodar sobre ti mismo, sentarte, gatear y, más adelante, andar, probablemente aparecieron, respectivamente, a los seis, siete, ocho y doce meses de edad.


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