Читать книгу Los parados. Cómo viven, qué piensan, por qué no protestan онлайн

37 страница из 84

A falta de evidencia empírica, quizá no sea descabellado suponer que la imagen tradicional del parado en la sociedad española es más coherente con la de víctima que con la de culpable, aunque el tema de la economía sumergida tiende a empañarla. El peso de la cultura católica frente a la protestante (más propensa a identificar conductas individuales inadecuadas), el recuerdo de las migraciones masivas de los años sesenta huyendo del hambre y del desempleo, y aun de la Gran Depresión de los treinta, aquí mezclado con las convulsiones de la Segunda República y la Guerra Civil, pueden haber contribuido a definir socialmente al parado como una persona (en particular un cabeza de familia) víctima de las circunstancias que necesita imperiosamente trabajo (o ayuda mientras lo busca) para poder salir adelante. Ahora bien, el cliché que asocia fuertemente el paro a la pobreza absoluta, a la condición obrera y, por ende, al conflicto social, cuando se contrasta con la realidad del desempleo a partir de los años ochenta, puede estar contribuyendo asimismo a que gane credibilidad la imagen del parado como pícaro que se las sabe todas para vivir a costa de los demás, una imagen no por minoritaria menos presente en nuestra tradición.


Правообладателям