Читать книгу Los parados. Cómo viven, qué piensan, por qué no protestan онлайн
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Lo que la sociedad espera hoy de los jóvenes cuando acaban la etapa educativa obligatoria, distinguiendo apenas entre ellos y ellas, es que estén ya ganándose la vida o que sigan preparándose para hacerlo en un empleo mejor tras completar estudios adicionales. En relación con esas expectativas, de un tiempo a esta parte preocupa el problema de los ninis, término acuñado a finales de los años ochenta en el Reino Unido (neets) y que hoy se utiliza en la UE para designar a aquellos jóvenes (15-29 años) que, independientemente de su nivel educativo, ni están ocupados ni integrados en los dispositivos formales de educación o formación. En 2011 esta situación afectaba a catorce millones de europeos [Eurofound, 2012], y su tratamiento en las EPA es objeto de discusión [Dietrich, 2013]. Una situación que preocupa porque, consecuencias económicas al margen, se considera que puede acabar debilitando el vínculo social, empujando a muchos ninis hacia lo que Castel ha llamado desafiliación.
Ahora bien, desde este punto de vista el concepto de nini es poco útil, por no decir absolutamente inadecuado. Al no discriminar por niveles educativos ni edad reduce a una misma categoría situaciones muy dispares. La gran mayoría de los ninis están buscando empleo, intentan integrarse en la sociedad por la vía del trabajo. Entre los 25 y 29 años hay gente con una o dos titulaciones universitarias que piensa con razón que ya está suficientemente formada y que ahora lo que toca es buscar trabajo. Por tanto en principio no tendría por qué ponerse en duda que son ciudadanos tan cabales como los adultos en su misma situación. En cambio los nininis, en particular quienes abandonan demasiado pronto el sistema educativo, podrían ser un subproducto del paro juvenil, que estaría generando una categoría de personas incapaces de construirse una identidad que dé sentido a sus vidas. Este es el problema verdaderamente preocupante.