Читать книгу Vergel de perfectísimas flores. El convento de Corpus Christi de Carcaixent онлайн

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Con todo, era otra devoción la que más suscitaba el interés del padre Agramunt. Hablamos del Santísimo Rosario, entre cuyos apologetas más activos de la época se encontró. Conviene recordar que, si bien el salterio de María o Rosario no había tenido en sus orígenes un decisivo y exclusivo influjo dominicano, desde finales del Quinientos empezó a constituirse en un signo referencial e identitario de la Orden, ocupando a partir de entonces un lugar preferente en sus predicaciones mediante la explicación de sus misterios. No resulta casual, pues, que en la posterior consolidación del movimiento confraternal en torno a tal rezo –reforzado por Trento y la victoria cristiana en Lepanto– jugaran un papel determinante los hijos de santo Domingo, ya porque la mayoría de cofradías residían en sus conventos, ya porque estas debían contar con su aprobación, a partir del modelo establecido en la Minerva romana. La plena universalización y popularización de esta devoción, sin embargo, llegaría algo más tarde, al menos en el ámbito hispánico y con el Rosario público o callejero surgido alrededor del clima misional barroco de las postrimerías del Seiscientos, que iría superando el exclusivismo de la Orden de Predicadores. Al principio, merced a la difusión de este misterio también por parte de otros regulares. Y posteriormente, con la creación de hermandades diocesanas independientes de las cofradías dominicanas.26


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