Читать книгу Vergel de perfectísimas flores. El convento de Corpus Christi de Carcaixent онлайн
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Monja profesa ya, quedó la madre Inés bajo la dirección espiritual de fray Antonio Ferrer, del convento franciscano descalzo de San Juan de la Ribera, en breve fallecido y a quien habrían de suceder el jesuita Juan Bautista Catalá y los dominicos fray Baltasar Roca y fray Francisco Faxardo. Estos pudieron ser los primeros en saber de los desvelos e inquietudes causados en el ánimo de la religiosa por la laxitud en el cumplimiento de la regla entre sus hermanas de hábito de Santa María Magdalena, reticentes aún a la reforma auspiciada por la Iglesia y la corona desde los albores de la modernidad.37
Debe recordarse en tal sentido que este convento no había constituido una excepción al relajamiento que la crisis bajomedieval supuso para las religiones en general y la de Santo Domingo en particular.38 Es más, durante la denominada claustra –un modo de entender la regla dominicana alejado de los postulados que la habían caracterizado desde sus orígenes y evidenciado en la supresión de la pobreza común, la proliferación de situaciones privilegiadas, la posibilidad de vivir fuera de los claustros o la larga permanencia de los superiores en sus cargos–, las magdalenas llegarían a sustraerse de la jurisdicción del maestro general de Predicadores para someterse a la mitra valentina por espacio de más de una centuria. Desde mediados del Quinientos el cenobio había recuperado su estatus anterior de la mano de una pléyade de jóvenes monjas vinculadas a san Luis Bertrán y comprometidas con la observancia.39 Por supuesto, bajo el amparo de las autoridades blanquinegras y la reforma auspiciada por Trento, en cuyo punto de mira estuvieron las monjas en general.40