Читать книгу Creación lírica y cancionero amoroso. Una lectura de los "Sonetos espirituales" de Juan Ramón Jiménez онлайн

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En el esquema que proponemos a continuación se puede ver nítidamente el despliegue de este vector en el poemario:

Vector temporal (horizontal)


Se trata, por tanto, de una «continuidad cíclica», como la denomina Torres Nebrera (1981: 241), que vertebra el interior del poemario y provoca dos sensaciones: una positiva, de permanente regeneración; otra negativa, de perpetua repetición. Todo este trepidante ritmo circular de estaciones, junto con la doble impresión de ilusión y hastío, se concentra en el soneto 52, «Esperanza», poco antes del desenlace del poemario:

¡Esperar! ¡esperar! Mientras, el cielo

cuelga nubes de oro a las lluviosas;

las espigas suceden a las rosas;

las hojas secas a la espiga; el yelo

sepulta la hoja seca; [...]

El título mismo, «Esperanza», parece reconciliar con su disemia la lentitud de la espera y la expectación de lo que ha de llegar. En algo más de un cuarteto el poeta ha sido capaz de aglutinar el paso de las cuatro estaciones a través de los símbolos que le son propios a cada una y que, además, se prestan a múltiples lecturas: la más inmediata sería la temporal, aunque a esta pueden superponerse la vivencial y la amorosa. Así, las rosas de la primavera, símbolo de enorme rendimiento, se asociarían a la lozanía, esto es, a la juventud y, en otros planos, a la belleza y al amor. Las espigas, emblema del verano, con su esbeltez denotan la madurez, la abundancia, representan en sí mismas el ciclo natural «porque contienen el grano que muere, sea para alimentar, sea para germinar» (Chevalier / Gheerbrant 1995: 478) y, por eso, en varias religiones se tomaron como símbolo de resurrección, entre ellas el cristianismo. Se va cerrando el ciclo con las hojas secas del otoño que advierten ya del deterioro producido por el paso del tiempo, de la vejez, hasta llegar al hielo del invierno, señal de muerte y desamor.

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